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viernes, 2 de abril de 2010

BE CAMP, MY FRIEND

Desde que recuerdo he desarrollado suficiente esteticismo como para poder ser considerada una frívola. El caso es que mientras trataba de conciliar mis impulsos solidarios con mi respiración necesariamente sensorial hacia lo bello sabía que existía todo un universo de objetos hegemónicos que me alteraban (para bien). Estaban, muchos de ellos en casa de mi abuela paterna, en lugares no principales. Los salones isabelinos no me interesaban, el clavicordio barroco me daba miedo (convencida como estaba de que dentro del agujero del cierre había un monstruo), la balaustrada de la escalera tampoco llamaba mi atención. Pero recuerdo que me quedaba paralizada ante determinados muebles y objetos que sólo tenían una cosa en común: eran modernistas, Art Noveau, concretamente. Afortunadamente a diario puedo seguir apreciando la belleza de una esquinera que mi madre, seducida también por sus líneas sinuosas, logró interceptar antes de que, como todo lo demás, acabara en manos de la tía T.
Hace poco, leyendo algunas de las ideas de Susan Sontag, me alegré de medio encajar -con un poquito de voluntad- en lo que ella llamaba el Camp naïf o ingenuo. Me etiqueto con benevolencia, claro está, quiero pensar que, aunque lo bello me interesa profesionalmente y como universo gigante sobre el que investigar cuando me quite la pereza, de pequeña no podía estar sometida a semejante planteamiento.

Algunos apuntes para la reflexión sobre el Camp sontagonero:

-El Camp es un cierto modo de esteticismo. Es un modo de ver el mundo como fenómeno estético. Esa manera, la manera del Camp, no se da en términos de belleza, sino de grado de artificio, de estilización (P.1)

-El Camp es una visión del mundo en términos de estilo -pero de una clase particular de estilo. Es el amor por lo exagerado, por lo "off", por las cosas-que-son-lo-que-no-son. El mejor ejemplo es el Art Noveau, el estilo Camp más típico y más plenamente desarrollado. Los objetos Art Noveau, típicamente, convierten una cosa en otra: las lámparas en forma de plantas florecidas, el salón que en realidad es una gruta. Un ejemplo destacable: las entradas al Métro de París diseñadas por Hector Guimard a fines de la década de 1890 en forma de tallos de orquídea de hierro de fundición (P.8)

-La marca del Camp es su espíritu de extravagancia. Camp es una mujer que lleva puesto un vestido hecho de tres millones de plumas. (...) En el Camp hay a menudo algo desmesurado en la cualidad de la ambición, no sólo en el estilo de la obra. Los hermosos y a la vez espeluznantes edificios de Gaudí en Barcelona son Camp no sólo por su estilo sino porque revelan -de modo más notable en la Catedral de la Sagrada Familia- la ambición por parte de un hombre de hacer algo para cuyo logro se requiere toda una generación, toda una cultura. (P. 25).

-El gusto Camp, por su naturaleza misma, sólo es posible en sociedades ricas, en sociedades o círculos capaces de experimentar la psicopatología de la riqueza. (P.49).


La pareja de la fotógrafa por la que a los trece años me enamoré de la fotografía leyendo un reportaje que todavía recuerdo en Ragazza (gensanta, qué cosas), había reflexionado sobre asuntos fascinantes y yo sin saberlo hasta hace poco. Qué poco sé y cómo me atormenta eso...

A lo que voy, el libro que me ha regalado el señor elegante ha sido milagroso. De pronto comprendo, conozco y reconozco el origen de muchas de las obsesiones paralizantes sobre las que pienso a menudo. Y me sienta bien comprender. Comprender es el paso previo a asumir. Y asumir es un buen sinónimo de tranquilizarse.

La belleza me tranquiliza.
Y comerme esta tarta -claramente Art Noveau- podría ayudar... Hmmm.

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