Buscar este blog

viernes, 16 de julio de 2010

De que hablo cuando hablo de correr

Yo no sé de qué habla Murakami cuando habla de correr pero cada vez que corro hablo conmigo de un montón de cosas importantes y alguna sandez. Hablo, por ejemplo, de esos primeros doscientos metros en los que sólo quiero darme la vuelta y tumbarme en el sofá. Pero sigo, sé al rodear ese jardín con columpios ya puedo ver el arbol centenario que ningún PGOU ha podido cargarse todavía y lo toco con la consciencia de la palma de la mano. Celebro con él que vencí la pereza y sigue la fiesta en el Ipod. No sé por qué pero casi siempre corro con Sidonie y Lori Meyers... sus bajos me dan el ritmo del paso y como el aleatorio de la reproducción es mi mejor amigo suele acertar en la marcha pertinente. Es curioso, atinaa incluso en las cuestas.
Por las mañanas el recorrido acaba antes de los treinta minutos obligatorios. Creo que es porque hay menos gente y sus ojos no me apremian, sólo las canciones. Pero en verano no me apetece madrugar así que corro cuando anochece y entonces un montón de viejos y madres -los niños pasan de mí- me aúpan contra la desaceleración y la vergüenza. De los viejos percibo admiración y recuerdos. Suelen estar sentados o caminando apoyándose en la cacha y, a veces, tengo ganas de parar y darles un abrazo para que no se pongan tristes pensando que han perdido velocidad. No lo hago, claro, sonrío y pongo cara de sufrimiento, no es difícil, un poco de teatro para la solidaridad: también seré vieja, no podré correr y recordaré cómo lo hacía.
Las madres me dan un poco igual así que solo me pongo derecha a su paso por aquello de presumir de forma, aunque, no da más... hay madres verdaderamente inverosímiles. Y sorteo niños y perros con la misma audacia con la que llego a tiempo para que me salpiquen los riegos automáticos. Esos cabrones lo refrescan todo, te empapan y parece que has sudado mucho aunque sólo sea agua. Te empapan y te alegras porque pocas situaciones hay tan próximas a la libertad como la de ir con los pies pingando por cualquier camino.
Correr es la mejor decisión de estos meses. Cuando empiece a bajar la cuesta espero recordar este año sólo como el que decidí que sufriría media hora diaria a la espera de una sorpresa. Porque siempre, siempre, siempre pienso que me espera una gigante al llegar a casa, tras hacer los estiramientos en el jardín. Prolongo la expectativa diaria todo lo que puedo. Es mi gran momento. Antes, los mails, los sms, mms y las llamadas son un elemento más de lo cotidiano. Pero después de correr me concentro en el relevante acontecimiento que me espera: ¡es un premio! ¡debería ser un premio!¡MEREZCO UN PREMIO!,¡SOY UNA CAMPEONA! y sé que el premio ya lo he disfrutado pero no me resisto a concentrarme y a desear uno más. Uno concreto y con silueta propia. Con ruido propio y nombre ídem, con sentido, con magia, con futuro. Aunque correr, no sé si lo dice Murakami, es aprender que ese axioma que repetimos autómatamente es verdadero y bello: del sufrimiento sí se aprende. Se aprende si te esfuerzas por cambiar lo que está estropeado o nunca funcionó. Se aprende, sobre todo, si dejas de tratar de entender y te expones a sentir.

Metáfora visual de la semana como gesto iconoclasta dedicado a... coño, a mí!!!


QUÍTESE "DIBUJADO" Y PÓNGASE "CORRIDO".

sábado, 10 de julio de 2010

CONSCIENCIAS REPLICANTES

Ayer T. dijo "si alguien ve las cuestas demasiado empinadas... que no tenga hijos", y me asusté.

Aquí un cuento bonito y musical, a ver si se me pasa.

miércoles, 7 de julio de 2010

Vete hasta la luz, vete hasta la luz

Mientras espero a que lleguen escucho un insecto achicharrándose en mi lámpara Fado. Ahí dentro se está produciendo ahora mismo una metáfora siniestra. Pobre bicho, fue ir hasta la luz y joderla. Fiáte tú de las señales luminosas. Fiáte y no corras que diría mi madre.
Ay.

Pollismos

Tengo un amigo nuevo. Se llama J.H.C. y tiene 84 años. Es de esperar que me dure poco y eso me apena porque en cuatro días de intensa convivencia me ha dado tantas lecciones de vida que he gastado la Moleskine.
Mi amigo J. es muy marica. Mogollón. Y su punto de vista para ver cualquier cosa son las pollas. Su pollismo -supongo que puede llamarse así- es un enfoque peculiar: consiste en buscar la arista más sexual de cualquier experiencia. La más sensorial también, creo. J. es un artista reconocido, internacionalmente reconocido si es que se puede decir semejante pedantería, y habla de otros arstistas igual de (re)conocidos con mucha gracia y mucho pollismo. Y sabe todos los secretos de la familia que me ha tocado. Son muchos, algunos sexuales, cómo no, los más de traiciones, influencias y vestidos Delfos. Si un gramo de lo que me cuenta es cierto tendría un guión épico en la libreta negra. Si todo lo es ha llegado el momento de reconocer que lo nuestro no es una familia... es un holograma.
Algunas vidas tienen que contarse.